La cultura de masas aparece cuando la sociedad de masas se apropia de los objetos culturales, entonces el peligro estriba en que el proceso social (que, como todo proceso biológico, incorpora insaciable al ciclo de su metabolismo todo lo que encuentra a su paso) esos objetos resultarán literalmente devorados, consumidos y destruidos. Con ello, por supuesto, no me estoy refiriendo a la distribución masiva. En cambio, su naturaleza sí se ve afectada cuando estos objetos son alterados -reescritos, condensados, compendiados- reducidos a kitsch reproducido, o como preparación para películas. Esta operación no significa que la cultura se difunda entre las masas, sino que la cultura está siendo destruida para dejar paso al entretenimiento (...).
Hannah Arendt, La crise de la culture [Between the Past and the Future, 1968], éd. française 1972
Museo del Louvre, Aile Denon, sala de la Gioconda o Mona Lisa, la hora poco importa, y tampoco el día. Una marabunta de visitantes se apelotonan para acercarse a la obra. Una vez han pedido perdón en tres idiomas, algunos sudan y resoplan. Llegados a este punto, unos deciden ser serios, otros ponen boca de pato, otros levantan dos dedos en diferentes posiciones, pero al final siempre ocurre esto (ver vídeo: http://bit.ly/1dUozZW) :
![]() |
La sala de la Gioconda en el Museo del Louvre |
Una vez terminado el objetivo, y tras hacer tres intentos, dos de ellos con el lado bueno, salen como pueden como si de la cola de la visita del Santo Sepulcro se tratase, revisan "su obra de arte", conectan su Smartphone al wifi del museo, seleccionan su foto, comparten en cuatro redes sociales, ponen 10 hashtag et voilà, ya forman parte del mayor museo jamás conocido. Esta es pues la crónica diaria del ejemplo más típico y frenético a la par que escandaloso, no visto desde los guillotinamientos jacobinos.
Hace pocos años, la superstar de Leonardo se moría de éxito bajo los flashes no permitidos. Hoy la vemos sobreviviendo asaeteada por móviles y tabletas que, colocadas por encima de las cabezas de los propietarios, intentan ver lo que no alcanza la vista en medio del gentío. Consecuencia: quien ha redactado las cartelas informativas del museo lo lleva claro.
Una vez presenciada la cacería del león a la gacela y visto el espectáculo dantesco agobiante, aumentan los enfados por una visita frustrada contra la que nada se puede hacer y donde ya poco importa la fama de lo que vemos. Así pues nos preguntamos: ¿Qué va primero, la foto o la obra?
La respuesta debería ser obvia, pero se nos está olvidando. Hoy en día, y hablo en general, se suele ir a los museos, galerías o exposiciones a hacer la foto “de” en vez de disfrutar de lo que se nos está presentando en frente o bien dicho en francés: “ la contemplation sereine de l’art”.
![]() |
La contemplation sereine de l’art (Fotografía urbana en el Musée de Beaux Arts de Lyon) . Foto: Iñaki Hernández |
Atrás quedaron los días de desafío al guarda de seguridad, cuando en el fondo de la sala se escuchaba el “no fotos, por favor”, “no flash” o “le ruego por favor, abandone la sala, es la tercera vez que le llamo la atención”, nosotros sacábamos nuestra Polaroid, apretábamos el gatillo y de manera traviesa provocábamos un nuevo ataque de nervios en la sala. Y es que basta con que alguien nos prohíba algo como para que lo hagamos. Hoy, tal y como se pregunta Jason Farago en su artículo de la BBC: « Deberíamos replantearnos los discursos de las exposiciones, ya que los vigilantes, pasan más tiempo vigilando y cazando fotógrafos que cuidando de las obras de arte”.
Desde la fecha no todos los museos están por la labor de esto ocurra y de hecho, muchos todavía prohíben tomar fotos en el interior por diferentes razones: seguridad, derechos de autor, evitar aglomeraciones ante las obras de arte, garantizar quietud y tranquilidad en la visita… En España, aún el Museo del Prado tiene prohibido fotografiar en sus salas.
Podríamos dividir las corrientes fotográficas en los museos. Por un lado las reinterpretaciones, las cuales se multiplican en Twitter de manera ingeniosa día tras día utilizando imágenes de obras de arte para retitularlas, reinterpretarlas o incluso retocarlas (algo que podría abarcar desde el ready made de Marcel Duchamp a nuestros días en un extenso capítulo), para “instagrammearlas” o retuitearlas. La corriente de los “nouveaux Cartiers Bressons” o fotógrafos urbanos que abogan por curiosear en los gestos de los visitantes en los museos mientras observan una obra. Sobre estas últimas me siento muy partidario.
Y por otro lado los selfies (vocablo recientemente incorporado en Oxford Dictionary), fenómeno que ha crecido a la misma velocidad de la luz casi sin darnos cuenta, y que dio un paso más hacia delante (o hacia atrás o hacia arriba, depende del ángulo que se le quiera dar a la foto) gracias al éxito del palo para hacer autofotos o paloselfie, prohibido recientemente de manera oficial en los museos más relevantes. Así es como poco a poco los museos se convierten en panorámicas de uno mismo.
Los antecedentes de este descontrol surgieron en los grandes museos. Primeramente en el Museo d’Orsay y de L’Orangerie, los cuales salieron de la lista de los pocos museos de París que prohibían fotografiar los cuadros que cuelgan de sus paredes. Lo curioso es que la decisión vino motivada por una foto ‘robada’ que hizo con su móvil la ministra de Cultura francesa, Fleure Pellerin, que posteriormente colgó en Instagram. Ante esto, al museo no le quedó otra que levantar el veto a las fotos, máxime cuando la ministra encabeza la campaña Todos fotógrafos, creada en 2014 para que el público contribuya a difundir la cultura francesa a través de sus fotos. El verano pasado fue la National Gallery la que tuvo que levantar la prohibición de las fotos en las salas por la dificultad que suponía para el personal de vigilancia intentar evitar que los visitantes hicieran fotos con sus móviles, explicaba The Telegraph. “Si no puedes con el enemigo... anímale a compartir sus instantáneas en las redes sociales”, debieron pensar”:
2012 – Shakira se fotografía en el Museo d’Orsay con la Olimpia de Manet y el Museo responde así: Gracias por esta publicidad planetaria inesperada.
2013 – Un artista crea una performance circulando por el Museo de Bellas artes de Lyon desnudándose progresivamente mientras se hace selfies en las galerías del museo.
2014 - Una tal Beyoncé se hizo fotografiar con el rapero Jay-Z delante de la Gioconda del Museo del Louvre. Les cierran la sala para ellos. Las redes sociales estallan el hashtag #artselfie (creado 2 años atrás) y se desencadenó la locura hasta tal punto que se escribió un libro con el nombre del hashtag.
En las clases de los Masters de Patrimonio e historia del Arte aún se debaten acerca de estos temas. De hecho, algunos críticos y profesionales del sector cultural lamentan que, con tantos visitantes tomando selfies por puro narcisismo junto a cuadros famosos, los museos correrán el riesgo de convertirse en parques temáticos. Otros sostienen, en cambio, que el arte debe evolucionar y abrirse más a la sociedad y a las nuevas tendencias. El debate está servido.
![]() |
Visita de Beyoncé al Museo del Louvre en 2014 |
Las primeras respuestas a estas avalanchas ya se han notado. En Reino Unido, donde se permiten las fotografías en la mayoría de sus museos, ya están surgiendo opiniones en contra y propuestas de hacer horarios específicos para poder tomar selfies y fotos, para que en otros horarios sin fotos, quien quiera, realmente pueda disfrutar la obra sin interrupciones. El Louvre, en cambio, responde a lo grande: 362 días al año abierto. Al final, como ocurre con todos los problemas que genera el turismo masivo, en el que a unos les sobra flujo y a otros les falta, no es algo que tenga fácil solución, ni desde el punto vista ético, ni desde el punto de vista económico, pero esto ya es otro cantar.
Así es como el selfie en el museo se convierte en el azote de los contenedores de las imágenes históricas de nuestra historia, para bien o para mal, según el filtro que se le ponga. La práctica del Art selfie se remonta a unos años atrás pero no ha sido elegida como tendencia hasta el 22 de Enero de este 2015, cuando se creó el “Museum Selfie day”. Esta iniciativa de Marlène Dixon, directora de comunicación del Musée de Cluny (Paris) y apasionada de los museos, buscaba el lado divertido de la cultura (“la culture c’est fun”) para desdramatizar los museos. Un mes antes, la galería de Arte Moderno de Roma (GNAM) difundía su #selfiedautore. Otros hashtag que han ayudado a la difusión de los museos son, por ejemplo el #MusMovember. Los museos se unieron al movimiento Movember, en la que muchos hombres se dejan crecer el bigote en Noviembre para concienciar y recaudar fondos para la lucha contra el cáncer de próstata y cáncer testicular y se fotografían delante de obras de arte.
Algunos abogan por el uso del selfie y de las actividades relacionadas con la fotografía original en los centros de cultura y museos bien para “que los jóvenes no se aburran” (Francinne Clement en Toth), bien “para hacer partícipes a los visitantes con la obra de arte y favorecer la comunicación y difusión en las redes sociales”. La pregunta es: ¿Es necesario crear un producto de marketing-comunicación de este tipo para crear comunicación entre visitante y obra? Por lo visto, siguiendo este estudiodel MOMA, lo es, funciona y ahora ya es un fijo en el calendario. Pero, ¿Estamos siguiendo el objetivo base del museo?
En primer lugar, partimos de la premisa que el verdadero espectador es aquel que observa el resultado de una obra de arte, la representación de ella misma, no como ornamento de un selfie. Por tanto podemos concebir el Art selfie como el “arte de mostrarse, no mostrar” (Michael Fried, La place du spectateur), un matrimonio forzado de con una carga “violenta”: “matar el carácter estético de la obra, seas guapo o menos guapo”.
En primer lugar, partimos de la premisa que el verdadero espectador es aquel que observa el resultado de una obra de arte, la representación de ella misma, no como ornamento de un selfie. Por tanto podemos concebir el Art selfie como el “arte de mostrarse, no mostrar” (Michael Fried, La place du spectateur), un matrimonio forzado de con una carga “violenta”: “matar el carácter estético de la obra, seas guapo o menos guapo”.
La naturaleza de la práctica de un selfie desvirtúa a la par desvaloriza la obra de arte. Por ejemplo en el famoso libro de Art Selfies, todos los protagonistas están dándole la espalda a la obra de arte, por lo que el concepto visual en el que la obra es protagonista, desaparece. Caminamos por un museo dándole la espalda a la obra de arte. Hago mi foto y no la veo más, cambiando el concepto de comunicación entre obra y espectador. “Las cámaras de los teléfonos móviles no hacen más que añadir una nota absurda al caos, porque miles de visitantes dan la espalda al cuadro que en teoría han ido a ver para fotografiarse con él. En el Prado, "se prohíben las fotos para mejorar la calidad de la visita”, explica Miguel Zugaza.
Así, dentro de esta pequeña crítica estética, cabe preguntarse: Si Marcel Duchamp defendía que el espectador completa la obra de arte, ¿Es el Art selfie un nuevo submovimiento contemporáneo provocador y evocador en el que se cambia el concepto de espectador por el de espect-actor? Y/o viendo que se trata de una herramienta que claramente aprovecha la democratización de la fotografía y la publicación en las redes con millones de fotos y videos, ¿Se trata de una moda efímera o una nueva forma de arte? (Que me perdonen los más puristas), y si es así, ¿Será lo próximo el uso del video en una sala de museo al libre albedrío?. O, por otro lado, ¿se trata de una manera de banalizar el arte? (que me perdonen los intrépidos).
Bien es cierto que no queremos que nuestro museo se vuelva un espacio popular, de moda, o un buen fondo de pantalla. Debemos recordar que las obras llegan a correr peligro, si no se siguen unas normas de seguridad, dirigidas por los organismos necesarios, y por otro lado por las diferentes actuaciones de los visitantes. (Ver video: https://www.youtube.com/watch?v=USX7jC30vVA).
Pero también debemos ser críticos y debemos admitir estas estrictas medidas de fotografía — Por ejemplo y de nuevo el Museo del Prado: las pegatinas con la cámara tachada tienen adquieren casi profusión de grosería y son de mayor tamaño que algunos cuadrosde Hieronymus Bosch, y seguramente mucho tenga que ver el hecho de la seguridad, pero no creo que por encima de los derechos de imagen. Es aquí cuando tenemos la sensación de que a uno es acusado de alguna manera, sin juicio previo, de ser culpable de piratear los cuadros al retratarlos, casi todos ellos, por cierto, con derechos de autor caducados aunque muy vigentes los de reproducción.
Pero también debemos ser críticos y debemos admitir estas estrictas medidas de fotografía — Por ejemplo y de nuevo el Museo del Prado: las pegatinas con la cámara tachada tienen adquieren casi profusión de grosería y son de mayor tamaño que algunos cuadrosde Hieronymus Bosch, y seguramente mucho tenga que ver el hecho de la seguridad, pero no creo que por encima de los derechos de imagen. Es aquí cuando tenemos la sensación de que a uno es acusado de alguna manera, sin juicio previo, de ser culpable de piratear los cuadros al retratarlos, casi todos ellos, por cierto, con derechos de autor caducados aunque muy vigentes los de reproducción.
Puedo entender que la excesiva aglomeración turística acompañada de una Canon o Nikon (depende de la religión de cada uno) puede quebrantar el éxtasis cultural de quién aprende, aprecia y comprende lo que es ver una obra de arte, pero para eso están los controles de afluencia. Por lo tanto, sí se puede, no se quiere.
Seamos sinceros. A casi todos nos gusta hacer fotos de los lugares a los que vamos y el caso de un museo no es la excepción. ¿Cuántos de vosotros va a un gran museo con el gatillo de nuestra cámara o Smartphone preparado y con el cosquilleo en el estómago preguntándose si se podrá fotografiar? Preferimos vivir la experiencia propia de tener a mano nuestra foto, a sabiendas de que encontraríamos esa misma imagen en alta calidad en postales, catálogos o Internet, mientras desenfundamos la cámara del móvil y dejar constancia del “yo estuve aquí” o “¿acaso es imposible sacar una foto de la mona lisa?” (Con pensamiento o emoticono de pillín/a), escribimos mientras mandamos a nuestros contactos de Whatsapp, Instagram y demás redes sociales. Y es que no es el cuadro lo que interesa, si no que se ha acrecentado el “yo” con el cuadro, el “yo” allí también, o casi me atrevo a decir el “yo” sin más.
Seamos sinceros. A casi todos nos gusta hacer fotos de los lugares a los que vamos y el caso de un museo no es la excepción. ¿Cuántos de vosotros va a un gran museo con el gatillo de nuestra cámara o Smartphone preparado y con el cosquilleo en el estómago preguntándose si se podrá fotografiar? Preferimos vivir la experiencia propia de tener a mano nuestra foto, a sabiendas de que encontraríamos esa misma imagen en alta calidad en postales, catálogos o Internet, mientras desenfundamos la cámara del móvil y dejar constancia del “yo estuve aquí” o “¿acaso es imposible sacar una foto de la mona lisa?” (Con pensamiento o emoticono de pillín/a), escribimos mientras mandamos a nuestros contactos de Whatsapp, Instagram y demás redes sociales. Y es que no es el cuadro lo que interesa, si no que se ha acrecentado el “yo” con el cuadro, el “yo” allí también, o casi me atrevo a decir el “yo” sin más.
Hemos olvidado los términos experiencia y apreciar dentro de un museo, y encima pretendemos solaparlo con una foto. Si ya de por sí lo museos ofrecen medios para que las guías estén presentes en la pantalla de nuestro teléfono, debemos tomar constancia de que hay que evitar que el aparato compita con la obra. Considero pues que el móvil debería usarse para que el visitante mire más la obra, no para que mire más el móvil.
![]() |
Prohibir o educar en el museo. Imagen de Satoko Shimizu en Musée-Oh! |
En las últimas semanas hemos visto diferentes respuestas a este tema. En Julio de 2015, el Museo del Prado presentó una App, utilizándola exclusivamente dentro del museo en tres lugares estratégicos del itinerario. Aviso para navegantes: no está pensada para selfies, así que uno va a tener que confiar en que alguien le haga el favor de sacarle la foto. Segundo aviso. En principio, los visitantes de un museo podrían considerarse como civilizados tirando a serios, pero también me puedo imaginar a un grupo representando Los fusilamientos del 3 de Mayo de Goya y el efecto llamada que pueden tener, por lo que apostaría por poner otra línea en el suelo y otro vigilante.
![]() |
Presentación de la App Photo Prado. |
Lo cierto es que, de una forma u otra, aunque todos necesitamos diversión y entretenimiento, sometidos al gran ciclo de la vida, es un tanto hipócrita o de cierto carácter snobista social negar que podamos divertirnos o entretenernos exactamente con las mismas cosas que divierten y entretienen a otros visitantes. La moda está ahí, amigo smartphonero: Si no te haces un selfie en el museo, es como si no hubieses estado, pero, al menos, antes de volverte loco, piénsate, por ejemplo, fotografiar tu entrada. Valora que vas al MOMA, por ejemplo, pagas 25$ y aún lo quieres seguir invirtiendo en un click, con tus mejores galas y la masterpiece de fondo, sin leerte la cartela, no vaya a ser que se te gaste la batería.
Sin ápice ninguno de taladrar al lector, os animo a reflexionar acerca de plantearse la supervivencia de la cultura, de alguna manera menos amenazada por aquellos que dedican su tiempo libre al simple entretenimiento. y más por aquellos otros que emplean desordenadamente su ocio en algún dispositivo del conocimiento con el único fin de mejorar, de una manera u otra, su status social. Recuerda que hay más cosas, y no eres tú en este caso, además, Velazquez ya se marcó un selfie antes que tú. #daleunavuelta.
Ps. Si pese a todo quieres saber dónde puedes utilizar tu palo-selfie, pincha aquí
Sin ápice ninguno de taladrar al lector, os animo a reflexionar acerca de plantearse la supervivencia de la cultura, de alguna manera menos amenazada por aquellos que dedican su tiempo libre al simple entretenimiento. y más por aquellos otros que emplean desordenadamente su ocio en algún dispositivo del conocimiento con el único fin de mejorar, de una manera u otra, su status social. Recuerda que hay más cosas, y no eres tú en este caso, además, Velazquez ya se marcó un selfie antes que tú. #daleunavuelta.
Ps. Si pese a todo quieres saber dónde puedes utilizar tu palo-selfie, pincha aquí
Iñaki Hernández Contreras
Seguir a @InakiHdezcon
Me interesa:
Otros enlaces:
artselfie.com
news.artnet.com
tmagazine.blogs.nytimes.com
jean-boite.fr
francetvinfo.fr
newt.liberation.fr
news.artnet.com
tmagazine.blogs.nytimes.com
jean-boite.fr
francetvinfo.fr
newt.liberation.fr