En los últimos años viene siendo una constante en los carteles de nuestros cines las películas basadas en el mundo del cómic. Especialmente han proliferado las de superhéroes y muy concretamente los protagonistas del universo de la compañía internacional Marvel, hoy propiedad de Disney. No cabe duda de que la evolución de los efectos especiales ha permitido por fin llevar a las pantallas con éxito y realismo lo que antes parecía sólo posible en papel impreso. Y al igual que en los cómics, han hecho furor en el cine dos de las estrellas de la editorial: Spiderman y los X-Men.
La muerte de Jean Grey-Fénix
Estos últimos, que en España fueron libremente traducidos como “La Patrulla X”, fueron creados por Stan Lee (inventor igualmente de Spiderman, los 4 Fantásticos, Hulk o Los Vengadores) con dibujos de Jack Kirby. Se trataba de un grupo de superhéroes mutantes, por supuesto norteamericanos, formado por Cíclope, La Bestia, El hombre de hielo, El Ángel y la Chica maravillosa. Todos ellos dirigidos por su mentor: Charles Xavier, también mutante y partidario de utilizar los poderes que les había dado su genética para hacer el bien y proteger a la humanidad. La serie fue perdiendo fuelle y entre finales de los sesenta y principios de los setenta era ya un auténtico fracaso, llegando prácticamente a la desaparición. Consciente Marvel de que en esa coyuntura había que renovarse o morir, en 1975 se produce un revolucionario cambio y modernización del grupo. Se crean nuevos personajes procedentes de variados países y etnias, lo cual podía atraer a un público más amplio e internacional y por otro lado convertía el problema de los mutantes en un asunto universal. Esta presentación se hizo en Giant-Size X-Men nº1 con guión de Len Wein y dibujos de Dave Cockrum. La buena acogida relanzó la serie Uncanny X-Men a partir del nº 94, pero se decidió que el guionista cambiara. En esos momentos hace acto de aparición Chris Claremont, que permanecería en la serie nada menos que 17 años. Aunque Len Wein fue el padre de los nuevos X-Men, sería Claremont el que desarrolló la personalidad de todos ellos y los sumió en tramas absolutamente inolvidables, tan bien trabadas y emocionantes que han terminado por ser objeto de culto. El dibujante Dave Cockrum, que fue el que dio forma a los personajes y a sus peculiares e individualizados trajes (frente a los del antiguo grupo, todos iguales y uniformados) abandonó la serie en el nº 107.
Los nuevos X-Men creados por Len Wein y Dave Cockrum
Es entonces cuando entra en escena John Byrne, un brillante dibujante de origen canadiense que tradujo con eficacia los guiones de Claremont gracias a sus dinámicos dibujos de académica perfección –pocos hacían los escorzos como él- y un estilo que destilaba una mayor modernidad que la mayoría de los de sus compañeros, que se movían aún en una estética un tanto arcaica. Claremont y Byrne formarían un tándem que llevaría a los X-Men a unos niveles de popularidad y éxito de ventas impensable e inesperado, que marcaría tendencia e influiría en otras series futuras. No es de extrañar que dos de las sagas que hicieron conjuntamente: “Fénix oscura” y “Días del futuro pasado”, hayan constituido, con relativa fortuna, el argumento principal de las películas que hasta ahora se han llevado a cabo.
Días del futuro pasado
El éxito de Claremont se basó en el sabio equilibrio que supo imprimir a sus historias, en las que se mezclaban aventuras llenas de acción, propias del género, con una vertiente psicológica más literaria y profunda, en la que se dotaba a los personajes de una compleja personalidad, contradictoria y atormentada, que los hacía muy humanos y eternamente sumidos en una lucha interior que les abocaba en ocasiones a un estado casi depresivo. Se detecta también el reflejo de importantes temas sociales. De hecho un leitmoviv constante en la serie es la tendencia humana al miedo y al odio irracional contra el que es diferente, propio del racismo, contra el cual los pupilos de Charles Xavier luchan desde una posición pacifista (frente al personaje de Magneto, que representa la vertiente violenta). Las consecuencias nefastas a las que puede llegar esta actitud despreciable del género humano son expuestas es la trama de “Días del futuro pasado”, donde Claremont y Byrne evocan claramente el exterminio judío por los Nazis.
Chris Claremont (a la izquierda) y John Byrne
En esta línea resulta ciertamente interesante el creciente papel que se otorga a las mujeres, acorde a los nuevos tiempos. Claremont y Byrne sintieron especial debilidad por los personajes femeninos, considerados tradicionalmente frágiles, desvalidos y dependientes del hombre, de acuerdo con el rol que en la sociedad machista real solía otorgarse a la mujer. Estos autores les otorgan poder, mucho poder, y las hacen fuertes moral y físicamente. En el caso de los mutantes, por ejemplo, Jean Grey pasa de apenas poder levantar una mesa con sus poderes telequinéticos a manejar la realidad a su antojo y destruir planetas. Byrne hará en un futuro lo mismo con otras féminas de Marvel como la Chica invisible de los 4 Fantásticos o la tímida Bruja escarlata de los Vengadores. Sin perjuicio de lo anteriormente dicho, es conveniente señalar, que también fueron de los primeros en explotar el potencial erótico y sensual de las superheroínas, en lo cual debemos sospechar estrategias comerciales y editoriales, puesto que la inmensa mayoría de los consumidores del producto eran hombres.
Son éstos, sucintamente, algunos de los aspectos los que en mi opinión elevan al cómic a algo más que un simple entretenimiento para convertirlo en arte. Sí, puede ser que haya en el mundo del cómic géneros más artísticos y profundos, sin un sentido tan comercial como el de los superhéroes, pero también es verdad que somos muchos los que hemos crecido y soñado con ellos y aunque quizás no sean en estricto sentido patrimonio cultural, que igual sí, al menos para unos cuantos -como el que suscribe-, forman parte de su patrimonio emocional personal.
Jorge Belmonte Bas